No quiero ser cómplice de un delito - me dije en voz baja-  agache la mirada y di un suspiro, de esos que dejan el alma sin respiro, en me dio del silencio, en medio del dolor. 
Miré las manecillas del reloj que no paraba de avanzar y me pregunté: Dónde vamos a parar? 
- Sosteniendo mi cabeza - 
sin nada más que agregar, sin nada más que perder.
Me quedé un minuto -en el abismo de las sombras- perdido, 
dejando que los latidos de mi corazón fueran cada vez más lento, 
contuve mis lágrimas y cerré mis ojos; ahí comprendí que ya estaba todo perdido, 
que simplemente era el fin. 

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