Existía dentro de un armario, un libro lleno de poesía
Que el era el refugio de cientos de historias
Llenas de amor, pasión y alegrías
El cual vivía en solitario, con innumerables aventuras que contar.
Era dueño de cientos de palabras, de momentos sin igual,
de prosas insuperables, de letras imposibles de olvidar,
Siendo testigo fiel y errante del paso de mil amantes, qué, presos pertenecían a este lugar,
Entre caricias mudas, que plasmadas en hojas sutiles y amarillentas esperaban, en algún momento, poder volar.
Empolvado, en un cajón, sin mas color que el de mil mariposas,
Que revoleteaban sin parar, para alegrar su hermosa anatomía
Bailaban sin cesar, inundando de color y armonía
El paso de los recuerdos, qué, día a día olvidaron al pasar,
Los minutos en aquellas mañanas en su compañía
y que el tiempo esperara sin abrumar, el murmullo de las letras,
Que minuto a minuto, se dejan escapar en los pasos de las páginas al voltear
con cada rincón de sentimientos en medio de la oscuridad.
Así, pasaba cada día, esperando poder alegrar
la inmensidad del espacio que queda en el tiempo
y qué, nos hace volar,
A un mundo de fantasías, donde los corazones toman vida
Y aguardan quietos en aquel lugar, el sentir el roce de unas manos,
Que pasen de hoja en hoja sin parar,
Mientras, las palabras, parecen hacernos soñar
al escuchar el sonido de una voz
Que recita aquellos poemas de amor, a la luz de las velas,
Reviviendo aquellas letras en la oscuridad del olvido,
En la tristeza de un adiós innecesario sin final.
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